Angel del consuelo, enséñame a consolar. Hay dolor en el mundo, hay sufrimientos ocultos, hay jardines de Getsemaní, en las sombras de la noche, y hay hombres y mujeres a mi alrededor que llevan en su cansino andar el peso de ser seres mortales en soledad perdida. Hay silencios de angustia y lágrimas calladas, hay posturas postradas y sudores de sangre, hay hastío de vida y hay terror de muerte: Hay gente que rosa mi vida con tristeza en los ojos y temblor en las manos. ¿Qué puedo hacer por ellos?
No me gusta dar consuelos fáciles o frases de cumplido. No quiero insultar el dolor ajeno con la ligereza de la consolación barata. No me valen las fórmulas de siempre ni los pésames prefabricados. No me basta con decirle al que sufre que ya pasará porque todavía no ha pasado, ni decirle al que llora que a todos nos llegan las lágrimas, porque ahora el que llora es él. No quiero dar consuelos superficiales en dolores profundos. Quiero respetar el sufrimiento, que es la primera condición para acercarme al que sufre.
No sé como lo hiciste tú en los olivos de Getsemaní. Quizá no dijiste nada, porque a veces lo mejor es callarse cuando la herida es tan viva que la mera palabra la puede irritar. Quizá bastó con que estuvieras presente cerca, con delicadeza, con amor para suavizar con tu presencia la agonía que nadie ya podía evitar. No sé lo que hiciste.
Pero sí sé que tu presencia confortó a Jesús. Le dió fuerzas, le infundió animos, le ayudó a "orar con mayor intensidad". Lo que no supieron hacer sus discípulos lo hicistes tú. Cuando ellos se durmieron, tú velaste, y cuendo ellos se quedaron apartados"como un tiro de piedra" tú te acercaste.
Creo que en esa cercanía está tu secreto. Estar al lado, velar, hacer compañía. Y de ahí quiero aprender tu oficio de consolador de dolores humanos. Estar cerca del que sufre, velar el dolor, estrechar la mano. Basta una silueta al lado, una presencia sentida, un silencio cercano. Cuando las palabras no sirven, es mejor no decirlas. Cuando las teorías no encajan, es mejor callarlas. Saber estar en el dolor es la mejor manera de aliviarlo. Compartir es sanar.
Gracias,ángel del consuelo, por haberlo hecho así con Jesús. Enséñame a mí y recuérdamelo y anímame para que yo también sepa hacerlo un poquito con hombres y mujeres que sufren cerca de mí.
(Vivir con Alas- Carlos G.Vallés,s.j.)